lunes, 13 de febrero de 2017

Chávez de verdad, verdad
POR CAROLA CHÁVEZ
por Carola Chávez

Hace unos días se estrenó en en la tele El Comandante, una serie producida por Sony, que tenía que acaparar todo el rating de todo el continente. Anunciada en un cartel con el primer plano de un actor un colombiano vestido de militar y una boina roja enmarcando su sobre actuada cara de villano maluquísimo; la misma cara que usó, por cierto, para interpretar a Pablo Escobar en otra serie, porque ese tipo parece especializarse en personajes malucos, eso nos dice entre líneas Sony: Chávez y Pablo Escobar Gaviria son igualitos, pues.
Avisado su estreno por todos los medios de mundo a modo de notición, como nunca vimos hacer con serie televisiva alguna, el primer episodio salió al aire y ahí mismito se desinfló. El Chávez malvado de Sony, con todo aquel respaldo mediático, con toda la bulla, con todo el morbo, no dio la talla y llegó detrás de la ambulancia en el rating ese día. Y si me preguntan, a mi no me sorprendió que así fuera.
El comandante es una serie hecha a la medida de antichavismo continental clasemediero, que no pierde su tiempo viendo series producidas en sus propios países, porque están convencidos de que aquí, nosotros, tercermundistas inferiores guácalas, no somos capaces de hacer tele tan buena como la que hacen los gringos. ¿Quién va a preferir una serie autóctona con acento colombiano cuando puede ver vainas como The Walking Dead? O sea… Ahí está el primer strike.
Luego, si contaban con los pobres, con los excluidos de siempre, a los que Chavez miró a los ojos, tocó y visibilizó; si contaban con eque ellos se tragaran esa historia deforme, se ganaron el segundo strike. El pueblo pobre supo conocer a Chávez, el de verdad, verdad, por encima del descomunal esfuerzo de la mediática global por satanizarlo. El pueblo supo verlo porque era como verse a si mismo. Y cuando satanizaban a Chávez, los satanizadores, satanizaban al pueblo. Y Ahora quieren que los quieran, que les crean. Tercer strike.
Esto de El Comandante no es nada nuevo, es solo ooootro esfuerzo vano para imponer la historia de un Chávez contada a la medida de sus enemigos. Una raya más para el tigre.
Por otro lado, para combatir la mentira, desde la burocracia acartonada y timorata, algunos intentan construirnos a un Chávez con remiendos, bajo el título publicitario de “Chávez de verdad”. El domingo pasado, atragantóseme el almuerzo viendo un micro de este intento de réplica al bodrio de Sony: Con imágenes preciosas de los llanos, la voz de Chávez en aquel inolvidable discurso de campaña en San Fernando de Apure, “si me tocara, o mejor dicho: ya sé que no me toca”, añorando la imposibilidad de correr la misma suerte de Lorenzo Barquero… Yo, apenas escucho su voz, recuerdo cada palabra de aquel momento perfecto, un momento que solo Chávez era capaz de crear. Chávez ahí, frente a nosotros, siendo desgarradoramente humano, como nosotros. Ese Chávez que llevamos tatuado en el alma… El cuento es que que al oír su voz voz, dejé de hacer lo que estaba haciendo y me acerqué a la tele buscando revivirlo todo; recitando cada palabra que me sé de memoria, aguantando un puchero que se adelantaba al momento en el que a Chávez se le quiebra la voz: “Me iría para el Arauca…”, aguantando las lágrimas que siempre, inevitablemente, se me saltan… Estaba ahí, sintiendo ese amor que cada vez es más grande y más hondo y ¡zuas! viene y me golpea el alma el audio editado, editada la voz quebrada de mi Presi adorado, editado su más profundo sentimiento, editado nuestro Chávez bajo el lema de “Chávez de verdad”.
Me imagino al burócrata diciendo que mejor es cortar esa parte porque la voz quebrada es síntoma de debilidad y los héroes no lloran y bla, bla, bla… Me lo imagino, con el tiempo, refinando a Chávez, editándole con Photoshop su tacita de peltre, porque esa tacita no es digna de un héroe de la Patria. Y si de editar se trata, editaría sus chistes, sus chispeantes salidas, y por supuesto, sus canciones desafinadas: los héroes son tipos serios y, de paso, no desafinan. Y editando y editando, si lo dejan, terminaría el burócrata vendiéndonos un “Chávez de verdad” hecho de frases descontextualizadas, sin largos discursos, sin regaños legendarios, sin risas, sin amores, sin profundas reflexiones, sin ideas, sin chavismo, sin alma… Un Chávez igualito al tieso “Bolívar clásico” de bronce que le gusta a Ramos Allup, no el “amulatado” ese que nos mostró Chávez y que tan peligroso resulta…
Pues ni Sony, ni el burócrata. Nadie nos va a va a venir a contar esta historia que es nuestra, porque la hicimos nosotros viviéndola junto a Chávez, el verdad, verdad.

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